Diabetes y Ceguera
La diabetes es un trastorno
caracterizado por el aumento de la glucosa (azúcar) en la sangre. La glucosa es
la fuente primaria de energía para todas nuestras células y la ingerimos con los
alimentos. Después de la digestión la glucosa pasa a la sangre y de allí se
reparte a todas las células, pero necesita de la hormona insulina para penetrar
en ellas. Si la insulina no se produce adecuadamente en nuestro cuerpo, la
glucosa no entrará a las células y se quedará en la sangre o alrededor de los
tejidos, de esta manera la concentración de glucosa en la sangre se elevará y
los efectos serán muy perjudiciales. Los síntomas inmediatos y observables de la
diabetes son: la pérdida de peso sin razón aparente, el aumento anormal en las
necesidades de comer, beber agua y orinar, además del dolor de cabeza y la
fatiga.
A largo plazo sabemos que se pueden presentar
la deficiencia renal, la neuropatía (debilidad y adormecimiento muscular) y la
ceguera, estas complicaciones son provocadas precisamente por la glucosa
excedente. Cuando esto sucede se alteran varias de las funciones bioquímicas del
cuerpo a nivel molecular, por ejemplo: la glucosa se adhiere espontáneamente a
proteínas a las que normalmente no debería adherirse, se producen excesos de sustancias
que derivan de la descomposición química de la glucosa (las cuales son muy
difíciles de desechar o que se retienen en las células por mucho tiempo) y se
altera la circulación de algunas sustancias fundamentales para la salud de los
tejidos.
En nuestro cuerpo existen tres tipos
de tejidos particularmente sensibles a los incrementos de la glucosa y son: los
vasos sanguíneos, las células nerviosas y las células del lente cristalino del
ojo.
De estos tres tipos de células, las
nerviosas y las del cristalino del ojo no requieren de insulina para que la
glucosa penetre a su interior, lo que provoca que ésta penetre libremente a las
células en cantidades mayores que lo normal, y que en ellas se produzca en
exceso una sustancia llamada sorbitol (derivada de la glucosa), la cual no
puede salir de esas células con facilidad.
La acumulación de sorbitol en las
células del cristalino del ojo produce también la entrada de líquidos y esto
produce opacidad en el tejido. Si no hay control en los niveles de glucosa de
la sangre del paciente, en un plazo de cinco años las células del cristalino
ocular comienzan a sufrir hemorragias y las células comienzan a morir. A pesar
de ello, el tejido trata de regenerarse y de repararse produciendo nuevas
células, pero las nuevas células no nacen sanas y también mueren, provocando que
las hemorragias sean mayores y que el daño se expanda a otros tejidos del mismo
ojo, como la retina y el cuerpo vítreo.
Este proceso global es el que produce
la ceguera diabética, sobre todo en los pacientes que no han controlado
adecuadamente sus niveles de azúcar durante un tiempo prolongado.
Para prevenir estos penosos efectos cuando
se tiene diabetes, la vía más sana es vigilar constantemente sus niveles de
glucosa, acceder a un tratamiento médico adecuado y sobre todo, cuidar su
alimentación, evitar el consumo de harinas, postres, bebidas dulces e
incrementar el consumo de frutas frescas y alimentos o complementos que ayudan
a estabilizar los niveles de glucosa en la sangre.
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