RECETA DE PONCHE
Esta es una receta adaptada de la que aparece referida en el libro "Estampas de la Ciudad de México", del escritor Queretano Luis Vega y Monroy, publicado por el Gobierno del Estado de Querétaro en 1990.
La receta aparece mencionada en el Texto "Ponches calientes", en la página 179 y fue escrita y publicada originalmente en 1978 como parte de las Crónicas Nostálgicas de la Ciudad de México, que este escritor presentaba cotidianamente en algún diario de la capital durante aquellos años. En estos textos el autor describía lo que había sido la vida cotidiana de la cuidad de México durante los años treintas o cuarentas del siglo XX, que fueron sus años de estancia estudiantil y de juventud en la Ciudad de México.
"En donde se sabían preparar bien los ponches calientes era otra cosa. Por eso costaban cincuenta centavos y hasta un peso. En la tetera se ponía dentro del agua para que hirviesen con verdadera alegría" :
2 rajas de canela
1/2 caña grande en trocitos, previamente asada
500 gr de tejocotes
la cáscara de una naranja
la cáscara de un limón
100 gr de pasas de uva
200 gr de ciruelas pasas
500 gr de guayabas
100 gr de té negro en un saquito de manta o lino
500 gr de azúcar quemada o acaramelada y apagada con vino tinto
Se deja hervir el agua por 20 minutos con la canela, los tejocotes, las cañas y las cáscaras de limón y naranja. Después se agregan las guayabas, las pasas y las ciruelas pasas, se deja hervir otros 20 minutos y finalmente se endulza.
Al final se añade el té negro y después de otros cinco minutos se comienza a servir.
Estos ponches tradicionales "se servían en vasitos de vidrio burdo, seguramente refractario porque resistían el líquido hirviente, pero que eran previamente escarchados -la mitad de verde y la mitad de rojo- mojando los bordes en jugo de limón y pasándolo por azúcar coloreada con inofensivos tintes vegetales."
"Esos ponches no solo inundaban de júbilo, sino que curaban la bronquitis y las toses persistentes por su consistencia balsámica. ¿Con qué se servían? Al gusto del cliente, los más baratos llevaban "Habanero Barreteaga", "Parras Especial" o aguardeinte "Faco" de Arredondo Cepeda. Los más caros llevaban el auténtico ron jamaiquino "Negrita" o un buen coñac. Todavía no se producían en México los "brandies" que han conquistado el mercado nacional, y para las damas -que también tienen su corazoncito- los ponches se servían con vino tinto o jerez dulce, lo que los hacía suvísimos y deliciosos. Con ese abrigo interior, los habitantes de la metrópoli podían desafiar tranquilos el helado relente de la madrugada."
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