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El Semidesierto Queretano es la región
central del estado de Querétaro, aquí se presentan las condiciones de mayor
aridez de toda la entidad, y aunque ésta condición abarca también partes de
Guanajuato e Hidalgo, el Semidesierto es un concepto paisajístico y cultural
reconocido mayormente por los que vivimos en el estado de Querétaro.
Actualmente muchos aspectos culturales
de la región están definidos o matizados por la cultura Ñañu, enriquecida con
una remota herencia de los otros pobladores ancestrales. Dicha herencia ancestral
es reconocida localmente como chichimeca y se expresa como un estilo vida notablemente
adaptado a condiciones de cierta escasez de agua.
Las estrategias que los pobladores
ancestrales del Semidesierto Queretano adoptaron para dominar su territorio
apenas comienzan a ser conocidos y apreciados por nosotros, principalmente a
partir del análisis de hallazgos arqueológicos como los que se han dado en
municipios como Cadereyta y Peñamiller.
Destacan entre ellos: el cráneo de
“Don Filemón” que se estima con una edad aún no corroborada de casi 3 mil años
y que fue encontrado en Altamira, enterrado con restos un textil de petate.
También en Altamira sobresale el hallazgo de la momia “Pepita”, una niña de dos
años de edad enterrada con textiles coloreados y a la que se le ha calculado una
antigüedad cercana a 2 mil trescientos años. Más recientemente se ha encontrado
un entierro inusual en las paredes del lecho del río Estórax, en el municipio
de Peñamiller.
Durante
siglos se consideró que antes de la llegada de los españoles esta zona sólo había
sido ocupada por grupos de nómadas (chichimecas), sin rituales religiosos, sin
ciudades y sin agricultura (hasta calificados como bárbaros y salvajes en
algunos libros de texto).
No
obstante, ahora sabemos que además de poseer un amplio conocimiento del
ambiente, también empleaban la agricultura, establecieron asentamientos y
centros ceremoniales, enterraban a sus muertos con rituales específicos y que había
comercio y migración hacia otras zonas culturales, es decir, sí tenían una
cultura definida.
Por todas estas razones es de gran
importancia acrecentar nuestro conocimiento acerca de esas culturas originarias
y preservar el conocimiento heredado de ellas, el cual ahora se encuentra en
manos de las culturas indígenas del Semidesierto Queretano.
Dicho conocimiento debió incluir todo
un conjunto de recursos naturales para cada necesidad, desde paisajes mágicos
(como los de la Sierra de El Doctor), hasta fuentes seguras de agua (como manantiales
y lagos ahora extintos), además del abastecimiento de materiales para la construcción,
medicinas y alimento.
En lo que respecta a las plantas, es
muy probable que todas las especies vegetales que acompañaron a nuestros
antepasados sigan con nosotros, y muchas de ellas aún las seguimos usando y apreciando
en nuestro entorno.
Estos testimonios vivientes los
tenemos en nuestros guisos de nopales y flores silvestres (palma yuca, maguey y
garambullo) y las bebemos en forma de aguamiel y pulque o las seguimos usando en
las celebraciones religiosas (como coronas de cucharilla para los frontales de
las iglesias).
Valorar y medir la importancia de nuestras
riquezas naturales debe ayudarnos a defenderlas del impacto causado por las innovadoras
obras del progreso o también para medir el impacto que ya hemos sufrido en el
pasado, tal es el caso de los pueblos que ahora conforman la comunidad de Bellavista
del Río, que fueron despojados de todo su entorno ambiental y de toda su
herencia cultural en un solo acto. Procesos como este suceden paulatinamente en
varias localidades de Querétaro, con cada cambio de uso del suelo, con el crecimiento
industrial y con la creación de nuevos fraccionamientos.
Nosotros debemos estar alerta para
defender nuestra herencia: agua, paisaje, tierra, plantas y animales y nuestros
recuerdos ancestrales.
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