¡Peligro! ¡Peligro! ¡Exceso de grasas, exceso de sodio, exceso de azúcar!
Siempre que la sociedad enfrenta un peligro ambiental,
una catástrofe, un riesgo sanitario o una epidemia, es obligación del Estado
advertirnos, informarnos, y protegernos con la mayor efectividad posible.
Si esta es su obligación, ¿Por qué han dejado pasar
tantos años sin advertir sobre las causas de la epidemia de sobrepeso y
obesidad que enfrentamos?
Esta situación ahora podría tener un cambio significativo,
ya que a partir de 2021 se usará una nueva forma de etiquetar productos alimenticios
industrializados y bebidas no alcohólicas; los cuales, además de la ya conocida
tabla de valores nutricionales (que muy pocos entienden), tendrán en la parte
frontal del paquete una serie de sellos octagonales negros con las advertencias:
Exceso de sodio, exceso de grasas saturadas, exceso de grasas trans o exceso de
azúcar, según sea el caso. Además de que estará prohibido incluir en los
paquetes a personajes famosos, caricaturas o sellos de aval de instituciones médicas
como cardiología, pediatría, diabetes, etc.
La aprobación de esta nueva regla se dio después de un
largo jaloneo entre la sociedad civil organizada, académicos, autoridades
sanitarias y la industria de los alimentos; estos últimos, oponiéndose
duramente a añadir las advertencias en sus etiquetas. Sus argumentos son principalmente
de índole económica, pues además de presentir que bajarán sus ventas, proclaman
que se violan sus derechos de propiedad industrial por tener que eliminar
personajes, caricaturas, regalos y sellos de aval de sus envolturas o propagandas;
mismos que funcionan como ganchos para atraer a los niños y a los fans de cada
personaje, y cuya imagen representa millonarios contratos publicitarios.
No obstante, esta vez la ley intenta priorizar la
salud por encima de los derechos comerciales.
En
países como Chile y Perú donde ya se aplica esta forma de etiquetado, no se le
pidió su opinión a la industria alimentaria, sólo se tomó la decisión de
advertir a la población y se obligó a los industriales a acatar la ley; lamentablemente,
en México se permite que existan conflictos de interés en muchos procedimientos
y contratos del Estado.
Aunque se ha dado un paso adelante con esta
advertencia, el objetivo de limitar el consumo de sustancias de riesgo aún no
se ha logrado del todo, ya que también se pretendía notificar sobre el
contenido de edulcorantes (endulzantes artificiales) y éste no fue aceptado como
sello octagonal sino como una franja pequeña. El problema del consumo de los edulcorantes,
sobre todo en los refrescos de dieta y en las bebidas o golosinas para niños,
es que no se conocen sus efectos sobre la salud a largo plazo ya que son aditivos
relativamente nuevos en la industria y de los que aún no existe suficiente
información sobre sus procesos metabólicos dentro del cuerpo.
Algunos estudios indican que al engañar al paladar sobre
la entrada de azúcar al cuerpo, éste se prepara para digerirla, y al no
encontrarla, se confunde y no activa su control de saciedad (por el contrario, incrementa el
apetito de azúcar porque el cuerpo la sigue esperando) así, se retienen más grasas para compensar el
déficit de azúcar y disminuye la efectividad de la digestión de cada alimento.
Como estas sustancias son ajenas a la naturaleza de nuestros alimentos y de
nuestro cuerpo, también modifican la composición de la flora intestinal y eso
altera la digestión, lo que tiene como consecuencia problemas como dispepsia, gastritis
y colitis ¡Todo esto sólo a cambio de hacer un poco más sabroso tu refresco y disminuir
el riesgo de padecer caries!
El nuevo etiquetado frontal puede ser un paso adelante en la lucha contra la pandemia de obesidad y sobrepeso, sin embargo, la razón por la que llegamos involuntariamente a aumentar nuestros kilos tiene otras causas mucho más profundas, una de ellas es la intensa industrialización de toda nuestra vida. Hemos abandonado el campo y la dieta de milpa, se ha intensificado la agricultura industrial con sus enormes invernaderos, sus agroquímicos y sus transgénicos. Desdeñamos las formas tradicionales de vivir de comer y de curarnos: en el campo, sin coche, sin prisas, sin supermercados y tiendas de conveniencia, con remedios de la abuela y con comida hecha en casa.
En este proceso tienen una gran responsabilidad, al menos los cinco o seis últimos gobiernos federales que permitieron el empobrecimiento y luego desmantelamiento del campo para su transformación hacia lo industrial y urbano; pero también los medios de comunicación son grandes responsables, principalmente las televisoras, pues penetran profundo en nuestro pensamiento con publicidad engañosa y falaz, ya que casi toda la publicidad de alimentos está diseñada para la televisión.
Sin embargo, la mayor responsabilidad es de la industria
mundial por su afán de crecimiento desmedido; y de conformidad con esta filosofía,
ya han asegurado que van por los amparos contra la nueva norma de etiquetado, y
como hay mucho dinero de por medio, podríamos fácilmente asegurar que los
conseguirán.
El desenlace de esta historia está en manos del gobierno mediante la regulación de las normatividad de salud, pero también está en nuestras manos, cuando compras, cuando cocinas, cuando
comes, cuando educas; así, debemos aprender a deleitar nuestro sentido del
gusto desde la niñez, evitar enmascarar los sabores reales de los alimentos con
sustancias químicas y pensar en no engañar a nuestro cerebro o a nuestro
paladar, sino en equilibrar nuestra alimentación y sazonarla sólo lo sutilmente
necesario.
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