Las epidemias que no vemos: I) Racismo y discriminación

 La pandemia de Covid19 nos ha puesto a pensar y a reflexionar, también a muchos de nosotros nos ha hecho cambiar en algo el ritmo de vida que teníamos hasta el 2019.

Como parte de un ejercicio personal de reflexión y de de análisis, desde la perspectiva del trabajo de La Botica del Semidesierto, cuyo objetivo es incidir en la salud desde la práctica de la medicina tradicional mexicana, han surgido tres textos relacionados con las condiciones de salud en México, aunque dos de ellos son en realidad enfermedades sociales, que aunque no lo alcanzamos a ver y medir, tienen una profunda incidencia sobre la salud física de todos nosotros.

Dedicada a todos mis amig@s que han sido discriminad@s y cuyas historias hemos platicado en muchas ocasiones, cuando nos hemos sentido humillad@s, excluid@s o burlad@s porque somos moren@s, pobres o ideológicamente distintos.  


I Racismo y discriminación

Epidemia es una palabra que no usábamos con frecuencia en nuestra vida diaria hasta hace seis meses, era una palabra de libro de texto o de película de ciencia ficción. Sin embargo, sin darnos cuenta y sin querer verlo, hemos vivido rodeados de epidemias, algunas relacionadas con la salud, otras no. Para explicarlo veamos el significado del término según la Real Academia de la Lengua Española: “epidemia proviene del griego y se refiere a una enfermedad que se propaga entre el pueblo o en un país, pero también se trata de un mal o daño que se propaga de forma intensa”. Las enfermedades son males y causan daños, las enfermedades pueden ser físicas, emocionales o sociales. Claramente debemos saber que vivimos inmersos en una epidemia de sobrepeso, obesidad y diabetes (enfermedades físicas); más o menos nos damos cuenta que vivimos rodeados de una epidemia de pobreza (enfermedad social que afecta a millones de personas en todo el mundo), pero tal vez somos ciegos ante otro mal que causa intenso daño emocional y social, que se propaga con intensidad, que es altamente contagioso y que también puede ser mortal, se trata del racismo y la discriminación, que generan exclusión, odio y violencia.

En los últimos meses nos hemos enterado de cómo la enfermedad Covid19 se ha convertido en un motivo para discriminar, para ejercer exclusión, odio y violencia, los casos los vieron ustedes en las redes sociales, incluso aquí, en nuestra localidad. Dicha conducta podría tener detrás un prejuicio religioso remoto, ya que en las religiones judeo-cristianas la enfermedad es un mal, consecuencia del pecado, un castigo divino al que hay que tener mucho miedo, tal fue el caso emblemático de la lepra.

En estos tiempos esa visión de la enfermedad como castigo debería estar erradicada de nuestra mente, más aún si entre nuestro bagaje cultural ancestral existían otros conceptos cosmogónicos sobre la salud y la enfermedad, vistos como equilibrio entre el individuo y el cosmos.

No obstante, hemos sido testigos de agresiones a personal médico que porta su uniforme, a ciudadanos que no usan el cubrebocas y sabemos que quien ha estado enfermo de Covid19 tiene miedo de que ello se sepa. La razón es muy sencilla de explicar, aunque muy difícil de aprehender: “sabemos que somos practicantes continuos e incansables de un auténtico arcoíris de prejuicios y discriminaciones en nuestra vida cotidiana” (palabras textuales del escritor e historiador Federico Navarrete en su libro Alfabeto del racismo mexicano).

Vivimos tan inmersos en la discriminación que no la podemos ver, estamos tan habituados a despreciar al “otro”, por casi cualquier cosa: por su color de piel, por su estatura, por su forma de vestir, por su lengua, por el barrio en el que vive, porque no es de Cadereyta. Podría hacer todo un catálogo de lo que he escuchado a lo largo de mi vida, hasta por parte de un funcionario público de Gobierno del Estado que fue mi jefe en Cadereyta: “vaya y fíjese qué coche traen para ver si los atiendo yo personalmente” (este es el único ejemplo que daré hoy, pero recuerdo muchos más).

En el fondo de todo este proceder lo que habita es la idea de que unos individuos son superiores a los otros, de que unos están manchados y otros son puros, de que el otro es diferente y me produce miedo, de que a mí me lo han hecho y yo busco con quien repetirlo. Esta conducta es indudablemente tóxica y causa daño, se contagia, se hereda, se educa con ella y se perpetúa, por lo tanto tiene comportamiento epidémico, es una epidemia.

La única manera de acabar con esta epidemia es parar esas conductas de agresión en todas sus facetas: desde las supuestamente más inocentes que se disfrazan de broma o elogio hipócrita, hasta las más abiertas y violentas que pueden llevar a la muerte a las víctimas.

En la base del pensamiento sano debe prevalecer la certeza de que biológicamente no existen las razas, que genéticamente todos somos muy cercanos y casi idénticos y que la diversidad cultural, lingüística, fenotípica y de ideas en el mundo es una gran riqueza que debemos valorar. Lo que en realidad ha marcado diferencias entre todos nosotros es la desigualdad social y económica. Esa es la causa de todos los males: pobreza, destrucción del medio ambiente, negación de derechos, epidemias y más.

Primera entrada en la letra F, del Alfabeto del racismo mexicano. En esta entrada Federico Navarrete nos narra su propia experiencia de ser discriminado.

¿Cuántas historias como estas conocemos cada uno de nosotros?  

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