Las variedades de Criollas de Máiz y nuestra cultura, fuertemente amenazadas en México si se autoriza la siembra de maíz transgénico |
¿Ha escuchado usted estas palabras?
¿Sabe lo que significan y cuál es su trascendencia? Usted no es la única
persona que tiene dudas al respecto.
Los productos transgénicos son
principalmente alimentos y otros materiales derivados de plantas (cultivos
agrícolas) que han sido modificadas en su estructura genética dentro de un
laboratorio por una agro-empresa trasnacional.
Brevemente recordemos que cada especie
en el planeta está diseñada de acuerdo con la información precisa que su ADN
contiene. Las diferencias entre las especies están dictadas por la forma en que
nuestro ADN se organiza y se acomoda en los genes. Cada especie y cada
individuo son únicos y distintos de los otros según la redacción de su dictado
genético.
Pues bien, la modificación transgénica
consiste en insertar un pedacito de ADN (gene) de una especie (bacteria, planta
o animal) a otra, que generalmente es una planta, para luego reproducirla y
obtener de ella una prolífica descendencia que será genéticamente distinta a
sus progenitores y que podría resultar resistente a las plagas, a la sequía, al
calor extremo y a las enfermedades, y que además, se supone que producirá más,
mucho más alimentos para todos nosotros (dependiendo del tipo de gene que le
hayan insertado).
En principio esto suena ¡Muy Bien!
claro que deseamos que nuestras especies agrícolas resistan más y produzcan
más, el problema es que…
Existen todavía un gran número de
preguntas que los creadores de los transgénicos no han podido o no han querido responder
con claridad. Por ejemplo, ¿Qué efectos tendrán estos alimentos en nuestra
salud? ¿Qué pasará con las plantas que no son transgénicas y que se reproduzcan
con las transgénicas en el campo? ¿Qué pasará con los insectos y animales que
coman de estas plantas en el campo? Y la más importante de todas las preguntas
¿Acaso esto será gratis? ¿Quién y cómo vamos a pagar por los “beneficios” de los
transgénicos?
Los biólogos y otros científicos ya
están trabajando para explicarnos algunas de estas cuestiones, sin embargo
muchas de ellas aún no tienen respuestas claras pues se requiere de mucho tiempo
para conocer los efectos de las modificaciones genéticas.
Por ahora sabemos que cuando estos
cultivos modificados son liberados en el campo, contaminan con sus “nuevos
genes” a otras variedades de esas mismas especies, por ejemplo: cuando se
siembre maíz transgénico en una parcela mexicana, el maíz criollo de las otras
parcelas se reproducirá con este nuevo maíz y su genes modificados pasarán a
las variedades criollas, las cuales también se volverán transgénicas.
Lo que sucederá después es que tendremos
que pagarle derechos a las empresas creadoras del maíz transgénico, porque ahora
sus “productivos y resistentes genes” estarán en nuestras parcelas (funcionen o
no funcionen) y esas regalías no las pagaremos directamente cada uno de
nosotros, las tendrá que pagar en paquete el Estado Mexicano a las
agro-empresas más poderosas del mundo.
A cambio de ello, nosotros veremos
cómo nuestros maíces se transforman en otros, nuevos y desconocidos, quizá recelosos
de nuestras tierras, quizá ya incompatibles en su siembra junto con el frijol y
con las calabazas, quizá con sabor y consistencia diferentes, quizá el maíz se
convierta en un extraño para nosotros los mexicanos, quienes lo domesticamos y
lo transformamos en decenas de variedades adaptadas a nuestras necesidades, hace
ya casi 10 mil años.
Pero esto no es todo, actualmente ya
consumimos maíz transgénico importado de Estados Unidos, tenemos cultivos
transgénicos experimentales de soya y algodón e importamos alimentos procesados
a base de vegetales transgénicos, de cuyo consumo se podrían esperar efectos tales
como alergias, desarreglos hormonales e inmunológicos, toxicidad y hasta
cáncer, ya sea sobre las personas o sobre el ganado alimentado con estos
vegetales.
Con todo esto lo que debemos
comprender es que los problemas de acceso a los alimentos en el mundo y en
nuestro país no derivan de la falta de especies agrícolas resistentes y
productivas, sino de la transformación de nuestra vida hacia un estilo
altamente industrializado y al abandono del campo, así como a la enorme desigualdad
económica que este estilo de vida favorece y acrecienta.
Quizá lo que realmente necesitamos no
son los productos transgénicos, sino sembrar el campo abandonado y el que ahora
está dedicado a la ganadería extensiva y frenar la transformación de los
espacios agrícolas en parques industriales o en parques de agricultura
industrializada. Con ello las regalías serían para nosotros mismos y no para
las escasas empresas que controlan la riqueza del mundo.
Siembra casera de Maíz |
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