El
hombre moderno construye ciudades, parques industriales, aeropuertos, centros
comerciales y carreteras, para que duren por siempre, como si el paisaje y el
suelo fueran estáticos o inanimados. Pero al pasar del tiempo nos vamos dando
cuenta de que esos elementos sobre los que construimos no son tan estables como
pensábamos, puesto que tienden a moverse y a cambiar, y uno de los principales
factores que promueven el movimiento del suelo y que puede hacer cambiar al
paisaje en una sola noche es la lluvia.
Al
caer la lluvia una parte del agua es absorbida por el suelo, otra parte escurre
por la superficie y forma arroyos que corren y que crecen desde las partes más
altas del terreno hasta las más bajas. Cuanto más corre el agua cuesta abajo, los
arroyos aumentan su caudal, desde unos cuantos centímetros, hasta llegar a
medir varios metros de ancho y de profundidad, lo que implica arrancar la
tierra y lo que se encuentre sobre ella: árboles, banquetas, bardas, pavimento
y hasta coches y casas. Este fenómeno lo tenemos más o menos conocido, lo hemos
sufrido muchas veces y otras más lo hemos visto en la televisión.
No
obstante, el escurrimiento superficial no es el único responsable del
movimiento del suelo, ya que este proceso también ocurre a nivel subterráneo.
En
el subsuelo también se forman pequeñas corrientes y escurrimientos que no
alcanzamos a ver a simple vista porque pasan por debajo de los adoquines y de
nuestras construcciones, pero en algún momento serán causantes de hundimientos,
cuyo tamaño dependerá del tipo de suelo y del tipo de roca que se encuentre
debajo de estos. Hay suelos muy permeables y con gran capacidad de infiltración
(estos podrían ser más resistentes a la erosión), mientras que también existen
rocas que se disuelven con el agua, (como las calizas de la Sierra Gorda y sus
hermosas cavernas labradas por el agua).
Por
otra parte, como el suelo es casi una esponja, es capaz de absorber el agua
hasta un cierto volumen, pero si la lluvia continúa y sobrepasa ese nivel
máximo de absorción, el suelo comenzará a ser movido por el agua en forma
masiva, como si se tratara de un bloque de gelatina. Este movimiento de suelo
provoca los deslaves y los derrumbes más aparatosos, esos en los que la
televisión emplea horas para asustarnos y no para informarnos.
Este
tipo de fenómenos que nos sorprenden cuando la lluvia es intensa, inesperada o
duradera, no ocurren sin que nadie los haya previsto, lo que sucede en la
mayoría de los casos es que si algún ingeniero hidrólogo, algún geólogo o un biólogo
opinó en contra o se opuso a la aprobación de una obra por estar en riesgo de
ser afectada por el agua o por afectar el paso de agua, este especialista
simplemente fue ignorado, “por afectar” a los intereses de los constructores,
del gobierno y del “desarrollo social”.
En
estos días de lluvia muchos de nosotros nos sentimos afectados por los baches, por
los hundimientos, por los derrumbes, por las inundaciones o por los arroyos que
se ensanchan a costa de los terrenos, así como por las calles que se convierten
en ríos mientras llueve y por la humedad creciente que ataca a las paredes.
Entonces cabe preguntarnos ¿Cuál fue el interés que realmente se favoreció?
Muchas
veces los abuelos así como los especialistas nos advierten del riesgo de
construir sobre un cierto terreno o en una pendiente escarpada, sin embargo,
las obras se llevan a cabo y lamentablemente, después de la construcción no se
habla más de ese tema, hasta que ocurre algún desastre. Las ciudades no cuentan
con drenajes pluviales, se elimina la vegetación (que infiltra el agua al
suelo), se forra la superficie del suelo con planchas de concreto, no existen
políticas de prevención y lo que es peor, hemos dejado de observar a la
naturaleza y no sabemos por dónde nos van a afectar las próximas lluvias
torrenciales o tampoco recordamos en dónde se formaban las antiguas lagunas que
existieron antes de que la ciudad creciera.
Mientras
que el “progreso” siga siendo más importante que el bienestar social,
seguiremos sufriendo con los desastres por negligencia, desde los que afectan a
nuestras pequeñas comunidades, hasta los que afectan a la economía global, tal
será el caso de que llegue a construirse el nuevo aeropuerto de la ciudad de
México sobre los suelos más gelatinosos del antiguo lago de Texcoco.
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