El 70 %de la población en
México padece sobrepeso, el 30 % obesidad y el 9% de los adultos han sido
diagnosticados como diabéticos, muchas más personas están enfermas de diabetes
pero no lo saben o no lo asumen y no se encuentran en tratamiento. La gran
epidemia de sobrepeso, obesidad y diabetes que padece nuestra población se ha
convertido en la gran comorbilidad de nuestros días, porque aumenta el riesgo
de muerte en personas enfermas de Covid-19.
Comorbilidad es un término
médico que hasta hace algunos meses no conocíamos, sin embargo, ahora lo
tenemos muy presente y ha sido motivo de explicaciones, discusiones y debates,
no sólo entre los médicos, sino hasta entre los políticos, los comentaristas de
noticias y entre las personas comunes.
Y ¿Quién es responsable de
este enorme problema de salud pública?
En las redes sociales
circula una infinita cantidad de memes cuyo mensaje señala directamente al
individuo como responsable de dichos padecimientos, se trata de mensajes velada
o abiertamente violentos, discriminatorios, denigrantes, y autodenigrantes si
tú mismo los compartes, con la equivocada idea de justificar tu condición
personal.
La realidad es que no
existen memes que señalen a los otros responsables del problema, a los que están
en el origen de la enfermedad. No hay memes que señalen a la industria
agroalimentaria por su responsabilidad al producir alimentos chatarra como si
fueran de calidad; nadie menciona a los ex secretarios de salud y de educación por
sus omisiones e inacciones en materia de prevención y protección a la población;
tampoco se ha aludido a los diputados y a los senadores que permitieron la
penetración hasta la médula de los alimentos chatarra en nuestras escuelas y
hogares; no hay reclamos hacia los medios de comunicación que lucraron con
personajes reales o ficticios que nos enseñan a comer “cereal rico en fibra” o “yogur
con lactobacilos”. Nadie ha responsabilizado a los ex secretarios de hacienda
quienes permitieron que estas empresas estuvieran exentas del pago de impuestos
por muchos años y a quienes además se les dieron créditos o estímulos fiscales
que nunca retribuyeron.
Como parte de la discusión
actual se ha mencionado que el fácil acceso a los alimentos chatarra es parte
del problema, pues los tenemos a un paso de nuestra mesa, en la tiendita de la
esquina, en la cooperativa escolar, en las proliferantes tiendas de
conveniencia, en el supermercado, al que ahora acudimos porque ha llegado el
progreso a nuestra comunidad.
Pero la accesibilidad no
radica sólo en la distancia geográfica que nos separa de la tienda, la
accesibilidad está dada por la cercanía que tenemos con nuestras pantallas
digitales, ya que somos objeto de un bombardeo constante de publicidad engañosa
que nunca nos dice que: “este producto contiene un muy elevado contenido de azucares,
grasas, sal y aditivos químicos que harán de tu bebida, platillo o golosina
algo extremadamente delicioso, perfectamente hermoso y peligrosamente adictivo”.
Los aditivos pueden servir para
“aumentar el valor nutricional” de un producto, lo que parece un plus; sin
embargo son sólo una suplementación, ya que muchos de los valores nutricionales
reales de ese alimento se pierden en el proceso de industrialización y hay que re
adicionarlos para que no queden “desnutridos”. En realidad y fundamentalmente,
se añaden como conservadores (para que resistan mucho tiempo antes de ser
consumidos, algunas masas para pan pueden durar meses congeladas antes de ser
horneadas), como saborizantes (para hacerlos irresistibles), como
estabilizadores (para que tu cátsup no se separe en agua y puré de jitomate),
como antioxidantes (para que las papitas no se hagan rancias o negras), como
aromatizantes (para que su delicioso aroma artificial nunca se pierda), y
además como colorantes, blanqueadores, reguladores de pH, espesantes, anticongelantes,
crematizantes, etcétera, etcétera.
No obstante, más allá de todo
lo delicioso, apetecible y deseable que pueden presentarse los frutos de la industria
alimentaria, y por encima de todo, está: SU VALOR EN EL MERCADO.
Este es el verdadero fondo
del problema, el verdadero responsable de la comorbilidad, el auténtico
causante de la peor epidemia que padece nuestro país.
De acuerdo con datos que se
pueden consultar en internet, las 10 empresas productoras de alimentos
industrializados más grandes del mundo generan ventas por 1,100 millones de dólares
diarios, cantidad de dinero que alcanza para comprar de todo: voluntades
políticas, legislaciones a modo, publicidad a granel, personajes para anuncios
y programas de televisión, todo lo que sea necesario comprar. Sin contar con que
en nuestro país y en muchos otros países pobres, la tierra y el agua para
sembrar sus materias primas se les dio prácticamente regalada, para sembrar sus
cultivos transgénicos, para instalar sus grandes invernaderos y la libertad
para usar todos los agroquímicos que necesiten.
Así que me queda sólo esta
pregunta: ¿es cada uno de nosotros el único responsable? o en realidad somos
víctimas de un mal que no alcanzamos a ver porque nos lo han ocultado aquellos
quienes deberían trabajar para educarnos y protegernos.
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